Leidenschaften

Segunda Parte

Angue and Van


No había pasado. No podía haber pasado. No tenía sentido que algo así hubiera pasado. No cuando estaba preparándose para encontrarse con esa chica tan linda que conociera el día anterior. No después de cómo habían peleado él y Aya. No cuando había estado lo suficientemente furioso para querer lastimar en serio al pelirrojo por sus comentarios...

Pero, en lugar de eso, había terminado haciendo "eso" con él. No. No había pasado. Youji siguió repitiéndoselo mientras se vestía a la mañana. Una y otra vez se decía que había sido sólo un extraño sueño. Él no había pasado las horas que Ken y Omi habían estado afuera con Aya. Él no se había despertado en el suelo con Aya apretado contra su cuerpo, aún dormido. No había alzado cuidadosamente al pelirrojo para llevarlo a su cama, taparlo y volver a su cuarto antes de que los otros volvieran.

No había pasado.

Youji suspiro abrochándose la camisa, luego volvió a dejarse caer al borde de su cama, la cara escondida entre sus manos. Había pasado, éllo sabí. No tenía sentido metirse a sí mismo al respecto. ¿Cómo había llegado a tanto? ¿Cómo y por qué semejante pelea se había terminado convirtiendo repentinamente en... "eso"? ¿Había sido cuando Aya cayera sobre él? ¿Cuando había vuelto su mirada color lavanda hacia Youji con aquella expresión de shock? ¿Cuando el shock había sido reemplazado por esa mirada de vergüenza e inocencia cuando el pelirrojo había comenzado a responder, voluntariamente o no, a estar siendo presionado contra Youji en todos los lugares correctos y...? ALTO. Alto ahí, se ordenó Youji a sí mismo., y se paró, caminando hasta el espejo después de tomar su cepillo para tratar de poner orden en el revoltijo que era su cabeza.

— Maldición —le gruñó a su reflejo, y frunció el ceño. Había lugares en los que el sólo pensar en eso causaba "problemas"— Maldición.

Aya se despertó lentamente, tratando de obligarse a seguir durmiendo, pero el sol entrando por su ventana y los sonidos de otro ajetreado día ciudadano comenzando lo arrancaron de sus sueños y se sentó con un bostezo, estirando brevemente los brazos.

Revoleó las piernas por encima del borde de la cama, haciendo una mueca cuando sus pies descalzos tocaron el suelo frío, y reparó una vez más en que ya era tiempo de comprarse un nuevo par de pantuflas.

Gimió al levantarse y manoteó algo qué ponerse. Sus músculos gritaban de dolor. ¿De qué? Frunció el ceño mientras sacaba otro jean de su cajonera, tratando de recordar qué había estado haciendo para sentir semejante dolor, y entonces lo supo. Como si un camión a toda velocidad lo hubiera atropellado porque se había parado en medio de la autopista.

Toda la escena de la noche anterior pasó por la mente de Aya, paralizándolo ahí donde estaba. El baño, la pelea, la... toalla. La toalla de Youji... Aya deglutió con fuerza y desvió la vista hacia donde la toalla de Youji todavía estaba tirada en el piso, exactamente donde se le había caído antes de que comenzaran... Aya retrocedió un paso, casi tambaleante, para volver a sentarse en su cama. ¿ Qué... qué había hecho? ¿En qué había estado pensando cuando había hecho... "eso" con Youji? Frunció el ceño y suspiró al recordar que, precisamente, no había estado pensando. Sólo sintiendo... y todo lo que Youji le hiciera se había sentido fantástico... De pronto Aya deseó desesperadamente una ducha, pero al levantarse de nuevo descubrió que sus rodillas estaban aún débiles, ya fuera por la pelea o por la forma en que había estado moviéndose sobre...

Maldiciéndose sileniosamente a sí mismo por los pensamientos indeseables y a Youji por sus hormonas, se sentó una vez más en la cama y se obligó a serenarse. Sólo porque había dormido... con Youji... no significaba ningún compromiso. Ya le diría un par de cosas a Youji por lo que había hecho, y eso sería todo. Seguramente muchos otros tipos habían experimentado con esas csas. Y sólo lo hacía más hetero porque no le había gustado.

Salvo que sí le había gustado...

Aya maldijo en voz alta y se paró, ignorando el dolor, y se puso los pantalones con movimientos bruscos. Él era el líder de este grupo, y no tenía tiempo ni interés alguno en el "amor", especialmente no con Youji. Y si Youji creía que iba a haber cualquier continuación de lo que pasara la noche anterior, estaba equivocado, y Aya se cercioraría de que lo supiera. Se cerró el cinturón y se lo repitió una y otra vez mientras cruzaba el cuarto hacia la puerta y la abria. Enfrentó el corredor, respiró hondo, salió.

—Maldición —Youji volvió a jurar tirando el cepillo en el vestidor, donde rebotó contra uno de sus tantos frascos de perfume, yendo a dar ambos al piso. Con un suspiro, ignoró el accidente y se dirigió hacia el corredor, esperando que nadie más se hubiera levantado todavía. Pero ya podía oír a Omi y Ken parloteando mientras desayunaban, así que mala suerte por ese lado. Si todavía le quedaba algo de buena suerte, no lo interrogarían. Si lo habían, Youji ya podía escuchar sus supuestas respuestas. "No! No pasé toda la noche con Aya! No hicimos una mierda!"

Y ellos definitivamente sabrían que estaba pasando algo. Maldijo por lo bajo, las manos hundidas en sus bolsillos mientras caminaba lentamente, tratando de inventar alguna buena excusa, entonces alzó la vista al sentir un par de ojos familiares clavados en él. Había un Aya con aspecto muy enojado parado ahí, casi bloqueándole el paso. Con aspecto de querer matar. Repentinamente Youji deseó dar media vuelta y volver a esconderse en su cuarto. La mirada en la cara de Aya alcanzaba para hacer temblar en serio a los cuatro Schwarz juntos.

Youji desvió la vista en seguida, concentrándose en la pared al otro lado mientras trataba de pasar, rozando a Aya sin querer, pero el pelirrojo no le daba pas. Youji lo empujó un poco, decidido a no perder la vida discutiendo lo que había pasado. Menos aún donde los otros podían escuchar.

La cara de Aya cambió, de su expresión pétrea y segura de sí mismo, a una mirada de incredulidad cuando Youji lo dejó atrás como si él no estuviera ahí. ¿Acaso el hombre no recordaba lo que habían hecho la noche anterior? ¿Cómo podía siquiera fingir que algo así no había pasado?

Aya se enfadó de semejantes pensamientos, y del fugaz dolor en su pecho. Se apresuró a rechazarlo, negándose a hacerle lugar. No, no permitiría que esto lo afectara.

Ya le cantaría cuatro frescas a Youji más tarde, y eso sería el fin de la cuestión.

Seguro de sí mismo de nuevo, Aya avanzó a rápidas zancadas hacia el baño para darse su ducha, cuidando que fuera especialmente caliente. Que quemara todos esos sentimientos extraños... o al menos eso era lo que él intentaba.

Ken alzó la vista desde su lugar en la mesa cuando Youji entró apurado en la habitación. Un Youji apurado resultaba más interesante que los resultados de fútbol que había estado leyendo en el diario. Lo observó tomar una fruta de la fuente en la mesa, morderla mientras trataba de ponerse las botas al mismo tiempo. Después de un par de intentos fallidos de comer la manzana y atarse los cordones, dejó la fruta de nuevo en la fuente y se arrodilló para atarse como correspondía. Omi hizo una mueca de disgusto al ver la manzana mordisqueada entre la fruta buena. Ken sólo resopló y le hizo un gesto de saludo a Youji cuando terminó y salió apurado sin siquiera dirigirles la palabra. Desde que Ken lo conociera, nunca había visto a Youji apurado por hacer nada, especialmente de mañana.

— Eso fue raro—le comentó a Omi, que asintió y siguió con su desayuno. 

Poco después un Aya recién bañado entró en la habitación, el cabello todavía empapado apenas en orden. Había siempre algo en su forma de moverse en las mañanas que decía "no me estorben", pero esta mañana parecía bastante peor que de costumbre, su ceño eternamente fruncido un poco más sombrío. Ken lo notó y se preguntó si tenía algo que ver con el apuro de Youji. Y se lo cuestionó aún más cuando escuchó la pregunta de Aya.

— ¿Dónde está Youji?

Ken sonrió de costado, tomó la manzana mordisqueada de Youji y se la arrojó al malhumorado pelirrojo.

— Bueno, buenos días para vos también, Aya.

Aya atrapó la manzana sin apartar su mirada fulgurante de Ken. Una mirada que Ken ignoró desviando la vista, reclinándose en su silla y apoyando los pies en la mesa.

Como siempre, Omi decidió que debía actuar de mediador entre sus amigos asesinos.

— Salió hace cosa de veinte minutos, Aya. ¿Todo bien?

— Todo bien —el acento de Aya sobresaltó un poco a Omi.

— Ok, sólo preguntaba —murmuró Omi por lo bajo, luego se paró para levantar su bolso de la escuela y se digirió a la puerta. Ya estaba llegando tarde. Se inclinó apenas hacia Ken y Aya y salió, deteniéndose para recordarles:— ¡Abran pronto el negocio! ¡Yo ya me voy al colegio!

Aya no precisó abrir el negocio, porque Youji ya estaba en trámite de hacerlo. Las temblorosas manos de Youji pasaron el delantal oscuro por sobre su cabeza. Se lo ató tras la espalda y se abocó a las tareas habituales del negocio, levantando la cortina para abrir el local a la calle, sacando algunas de las plantas más grandes a la vereda para que los transeúntes las vieran.

No era más que otro día, un día normal, se dijo Youji tratando de calmar sus nervios. Sabía que necesitaba un cigarrillo para terminar de serenarse, así que salió y sacó el atado del bolsillo, preniendo uno y dando una larga pitada, relajándose mientras sentía la nicotina correr hacia sus pulmones.

Ese sentimiento de relax le permitió dedicarse a regar todas las plantas antes de que la gente empezara a llegar.

Youji permaneció ahí regando, casi absorto en sus pensamiento acerca de Aya cuando Ken bajó las escaleras con aspecto de estar a punto de irse a algún lado. Ken parpadeó varias veces, mirando en torno, asombrado de que Youji hubiera abierto el negocio tan rápido. Había creído que el apuro de Youji se debía a que el mayor de los Weiss quería escaparse de su turno en el local ese día. Pero ahí estaba Youji, regando las plantas en la vereda, fumando distraídamente su cigarrillo.

— Mirá vos, ¿estabas apurado por abrir el negocio? —comentó Ken caminando hacia donde estaba Youji— ¿Hoy no vas a tratar de hacerme cargo de tu turno?

Youji saltó cuando Ken habló, como si no hubiera estado prestando atención, y le dirigió una sonrisita mitad sorprendido mitad burlón. — Simplemente espero a alguien, creo.

Ken largó una risita, entonces advirtió que se había olvidado algo en la cocina.

— Ahá, bueno, pero no esperes demasiado, Youji —rió, y volvió a entrar, hallando el paso hacia la escalera bloqueado por Aya, que sorpresivamente había aparecido en la puerta y que parecía bastante enojado.

— Disculpá —murmuró Ken pasando a su lado, y dejando el lugar vacío salvo por el pelirrojo y el nervioso Youji. 

Aya sonrió vagamente cuando Ken salió, y devolvió la mirada a lo que había visto apenas pusiera un pie en el negocio. Youji. Youji que todavía seguía ahí fumando y regando, sin siquiera mirarlo. Tal vez no lo había escuchado entrar. Seguro que no iba a ignorar todo ese asunto...

Confrontaría a Youji apenas Ken se fuera.

Youji sabía que Aya estaba ahí. Lo supo en el instante en que Aya pusiera un pie en el local porque había sentido la mirada de fría furia apuntada a su espalda. Y sí, estaba dispuesto a ignorar lo que había pasado la noche anterior. Youji no quería hablar de lo que había pasado con Aya, porque hasta donde a él le concernía no había pasado NADA.

Ken bajó un minuto después, habiendo recuperado lo que fuera que se hubiera olvidado, y descolgó su casco de la pared y se dirigió a la calle.

— Ah, por cierto —dijo justo antes de irse—. Una chica de nombre Yuko llamó anoche, Youji. ¡Parecía bastante ofendida porque la habías dejado plantada! —les hizo el signo de la paz a Youji y Aya y se fue a buscar su moto.

Los ojos de Youji se abrieron mucho. ¡Yuko! ¡La chica que había citado para la noche anterior! La cita que había olvidado por completo en el momento en que su interés se había centrado en Aya...

Tenía que llamarla por lo menos. "Disculpá que no pude ir. Estaba demasiado ocupado curtiéndome a uno de los tipos con los que vivo". Sí... eso sería estupendo.

Bueno, ella no tenía por qué saberlo. Nadie tenía que saberlo. ÉL no iba precisamente a anunciarle al mundo que había dormido con otro hombre, y estaba bastante seguro de que Aya tampoco le iba a decir a nadie.

Youji suspiró, y parpadeó al darse cuenta de que había estado regando la misma planta los últimos diez minutos. Cerró la manguera ante de mantar a la pobre con tanto líquido.

Esperaba que Yuko no estuviera demasiado enojada con él porque era una cosita linda. Tal vez apareciera más tarde por el negocio y él tuviera una oportunidad de arreglar las cosas con ella.

El local estaba vacío de nuevo y Aya vio su oportunidad. Se movió hacia Youji, planeando de antemando lo que le iba a decir. "¿En qué estabas pensando? Ni se te ocurra pensar que voy a permitir que pase de nuevo..." Y entonces Youji le sonreiría con esa mirada en sus ojos que diría que podía apostar a que volvería a intentarlo...

Pero Aya fue detenido por la primera tanda de colegialas que llenó el local, ya coqueteando con Youji, intentando coquetear con Aya. Suspiró y dejó su manzana en el mostrador, se puso su delantal, atisbando a la espalda de Youji tanto como podía mientras trataba de ignorar a las chicas que se movían a su alrededor, admirando más a los hombres en el negocio que a las flores. Se concentró en preparar un arreglo.

A Youji le volvió la sonrisa a la cara cuando las chicas empezaron a coquetearle, y él les devolvía sus atenciones mientras trabajaba, sin que le importara por una vez que fueran menores de edad. Eran chicas, y eso significaba que él podía coquetear con ellas. Chicas. No tipos. No Aya...

Además eran todas chicas lindas, y Youji se aseguró de dedicarle un momento a cada una, guiñándoles un ojo y regalándoles esa sonrisa que las hacía languidecer. Lo seguían por la tienda mientras trabajaba, riendo y sonrojándose con el parloteo y las bromas que él hacía.

Youji sonrió para sus adentro, empezando a sentirse mejor. Amaba toda esa atención, y lo hacía confirmar que NO era gay. Una noche con un pelirrojo lindo comparada con las incontables noches con chicas hermosas... Eso no quería decir nada. Youji no dejaría que significara nada...

No admitiría ante sí mismo que sí había significado algo...

Aya encajó las mandíbulas en su lugar, junto a la caja, observando cada movimiento de Youji. Tan enojado consigo mismo por verse afectado por la actitud de Youji de pretender que nada había pasado, Tan enojado con Youji por actuar como siempre actuaba con las chicas. Galante e idiota. Tan enojado con... con el sentimiento que crecía en su pecho a cada sonrisa que el otro le dedicaba a una chica. Un sentimiento que sólo podía llamar celos.

Su mano recogió con gesto ausente la manzana del mostrador y la apretó, su pulgar y su índice clavándose en ella mientras sus ojos fijos en Youji lanzaban destellos, pero una vocecita suave pronto lo obligó a volver a la realidad.

— ¿Fujimiya-san?

Bajó la vista hasta la dueña de aquella voz aflautada, que le tendía una planta en una maceta, sonriéndole con dulzura. Lo hizo sentir descompuesto.

— Quisiera comprarla... —dijo ella con timidez, preocupada porque él no fuera a aceptar la planta.

Aya se dio cuenta de que se suponía que él estaba atendiendo la caja y suspiró, tomando en silencio la planta de la chica y marcando el precio en la registradora.

— ¥550 —su voz fue átona, mientras él seguía más concentrado en vigilar a Youji afuera con tres chicas, que la linda chica a su lado. 

Youji y las chicas a su alrededor se estaban riendo a grandes voces de algo. Tal vez había sido una cruda broma sobre Aya...

La chica le tendió un billete de ¥1000 a Aya, que mecánicamente lo tomó y le dio el vuelto. Ella se inclinó agradeciéndole y se dirigió a la salida, preguntándose si habría hecho algo inapropiado para que Aya la ignorara de esa forma. Había esperado poder atraer la atención de Aya un poco más antes de reunirse con sus amigas, que coqueteaban afuera con Youji.

Youji. La chica se detuvo, frunció el ceño y siguió la mirada de Aya hasta donde estaba Youji, ahora rodeando con un brazo los hombros de la chica más afortunada. Ése debe ser el problema, comprendió. Miró a su izquierda y vio un hermoso jarrón lleno de rosas rojas. Sacando una, volvió adonde estaba Aya y le puso la rosa en el bolsillo superior.

— No estés tan triste —la chica sonrió dulcemente ante su mirada confundida, rió por lo bajo y corrió a la calle a tratar de apartar a sus amigas del hombre en la vereda. Ya estaban llegando tarde al colegio.

Aya bajó la vista hasta la rosa en su solapa y de pronto deseó poder ver a su hermana. Todo iría bien si podía verla...

El día transcurrió lentamente mientras una horda de chicas tras otra llegaba y se iba del ngocio, gastando su dinero en flores y plantas que en realidad ni siquiera les importaban, sólo para tener una oportunidad de charlar un poco con Youji y Aya. Youji se cercioró de coquetear con cada chica que pudo como si eso pudiera confirmarle que no era gay. También se cuidó de mantenerse lejos de Aya, moviéndose siempre hacia el lugar opuesto al que estuviera el pelirrojo. Todo esto, por supuesto, acumulaba leña en el fuego de la furia de Aya a cada momento. 

Youji alzó la vista cuando una cara conocida entró al negocio, y sonrió ampliamente llamando:

—¡Yuko!

La chica de pelo largo y ojos azules, con quien había perdido su cita la noche anterior, le devolvió la sonrisa y Youji dejó todo para ir a su encuentro, tomándole las manos pequeñas en las suyas.

— ¡Youji! ¿Dónde estabas anoche? Te esperé horas...

Aya prestó atención, sonriendo para sus adentros desde donde estaba, a pocos pasos de ellos, barriendo. Sí, Youji, contale dónde estabas y con quién, pensó.

La cara de Youji se cubrió con la mejor expresión de arrepentimiento que pudo poner y rodeó los hombros de Yuko con su brazo.

— Lo siento, Yuko... —dijo suavemente, tratando de disimular el nerviosismo que repentinamente parecía sofocar sus palabras —Surgió... algo...

Un ruido a sus espaldas hizo que Yuko y Youji volvieran la vista hacia donde Aya había dejado caer la escoba. Youji apartó la vista apresurado cuando vio la ira en la cara del pelirrojo.

A Aya se le había caído la escoba del shock al escuchar que Youji ocultaba tan fácilmente lo que en verdad había ocurrido con un simple "surgió algo". Se sentía más que dispueto a asesinarlo.

Yuko miró interrogante a Youji al sentir la tensión en el ambiente, y Youji rápidamente se la llevó a la otra punta del negocio, junto a un cuidado arreglo de flores. Sacó una y la deslizó entre el pelo de ella, haciendo que la sonrisa de la chica se transformara en algo azorado y feliz.

— Disculpame, Yuko ¿me permitirás reparar mi falta esta noche? Quiero llevarte a cenar.

No muchas chicas pueden resistirse a perdonar a Youji cuando es tan dulce, y por supuesto Yuko lo perdonó en ese mismo instante, asintiendo.

— Está bien... Te espero a las seis, Youji. ¡Y no dejes que surja nada esta vez!

A pesar de que Aya ya no podía escuchar lo que decían, observó a Youji y a la chica que él había relegado la noche anterior, volviendo a barrer aunque el piso ya estaba inmaculado. Observó cómo Yuko reía y asentía alegremente como la cabeza fresca que era, dejando a un Youji sonriente al irse. Probablemente pensando lo bien que la iba a pasar en la cama esa noche... Aya se retó a sí mismo por pensarlo. ¿Por qué demonios estaba actuando así?

Un alboroto afuera señaló que Omi había vuelto de la escuela, seguido por el sonido de la moto de Ken volviendo a su estacionamiento afuera. El turno de Aya y Youji había terminado, y ellos eran libres de ocuparse de sus propios asuntos.

Omi entró, parándose a saludar a las chicas que conocía, y se puso su delantal. Ken hizo exactamente lo mismo unos minutos después.

Aya se sacó el delantal lentamente, observando como Youji lo hacía también, luego giró para seguirlo cuando se encaminó a la escalera.

— Youji —llamó, su acento sombrío y peligroso—. Necesitamos hablar.

Youji se paralizó por un momento al oír la voz de Aya, pero siguió subiendo en segtuida, ignorando al pelirrojo y rezando por que no fuera a tratar de empezar algo justo delante de los demás. Aya fue tras él.

Ken y Omi intercambiaron una mirada ante el raro comportamiento de los dos mayores, pero se encogieron de hombros y siguieron trabajando.

— Si pensás que ignorándome me vas a obligar a dejar esto de lado, estás muy equivocado —le gruñó Aya a la espalda de Youji, siguiéndolo hacia el living y viéndolo desplomarse en el sillón, buscar el control remoto y prender la tv.

— Tus evasivas no van a resolver nada, y si no sos lo suficientenemente hombre para confrontarme en esto, entonces yo sí lo voy a ser para hacerlo por vos —el tono de Aya era cualquier cosa menos amable.

Youji dejó escapar un largo suspiro mientras hacía zapping. Aya no estaba dispuesto a dejarlo en paz con esto. No lo iba a dejar olvidar que había hecho algo que él estaba tan seguro que no hubiera hecho nunca. No lo iba a dejar tratar de olvidar los sentimientos que experimentara la noche anterior... los sentimientos que aún latían en él...

Youji apartó la vista de la tv que en realidad no había estado mirando y le dirigió una mirada ausente a Aya.

— Aya, ¿qué es exactamente lo que querés discutir al repecto? Pasó. Dejalo ahí.

Aya sólo pudo enfrentarlo con una mirada sombría, destruída cualquier esperanza de que el otro no hubiera estado tratando de ignorarlo a él y a lo ocurrido. Sus dientes se entrechocaron mientras las frías palabras hacían eco una y otra vez en su cabeza. El tumulto en su interior bastaba para hacerlo sentir enfermo. Se había entregado tan fácilmente a Youji la noche anterior, y ahí estaba Youji sentado como si eso no significara nada para él. Nada.

— Sólo cuidate de que no vuelva a pasar —siseó Aya, luego le volvió la espalda y dejó el living a largos trandos, urgido por salir de ahí antes de desmayar a Youji a golpes. Se encaminó a su cuarto, luego cambió de idea y se apresuró a ponerse su abrigo, saliendo del departamento con un portazo tras él, tan fuerte que hizo vibrar las paredes. Iría a ver a su hermana y hablarle sobre esto. Se sentiría mejor despue´s de hablarle... aunque ella ni siquiera podía responderle...

Youji cerró los ojos cuando Aya se fue, sobresaltándose con el portazo, luego abrió los ojos para mirar el lugar donde Aya había estado parado hacía escasos segundos.

— Aya.... —murmuró suspirando, luego se obligó a hacer un lado sus sentimientos y se dispuso a prepararse para su cita. 

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